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Más que una semilla

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Perú produce uno de los alimentos más valorados del planeta, un gran ingrediente que llega tanto a las cocinas más exclusivas como a los hogares más humildes: la quinoa. Este país andino se ha consolidado como el mayor productor de este grano, pero detrás del éxito se esconde el arduo trabajo de los campesinos, que luchan por que su labor sea reconocida y exigen más recursos para seguir abasteciendo al mundo de este codiciado producto.

En las fértiles tierras de Puno, la actividad en los campos de quinoa alcanza su punto álgido durante los meses de abril y mayo. Es la temporada de la cosecha, resultado de un arduo trabajo, que ahora se ve amenazado por la incertidumbre climática.

Productores como René Miranda Soto, de Cabana, Juliaca, conocen bien esta realidad. El 2023 fue particularmente difícil, con pérdidas de hasta el 70 % debido a la sequía. Quienes, como René, tienen acceso a fuentes de agua, han logrado resultados prometedores y esperan rendimientos de 1.800-2.000 kilos por hectárea.

Inversión y nutrición

Cultivar una hectárea de quinoa requiere una inversión de unos 3.500 soles (aproximadamente 1.000 dólares), una suma significativa para los campesinos peruanos. A pesar del costo, su valor nutricional es incuestionable: contribuye a combatir la anemia, favorece la digestión y ayuda a controlar los niveles de azúcar en la sangre, lo que le valido el título de "superalimento".

Falta de apoyo y desafíos

A pesar de su valor nutricional y su importancia en la dieta local, los productores de quinoa enfrentan grandes desafíos. Uno de ellos es la falta de apoyo gubernamental en crisis como la sequía de 2023. Aunque existen programas, muchos agricultores sienten que sus regiones han sido marginadas.

"Lo tomamos como nuestro oro blanco, porque esa es nuestra fortaleza", afirma René, quien lamenta la falta de ayuda estatal y reclama que Cabana sea reconocida como la "cuna milenaria de la quinoa".

Tradición y legado

La organización en cooperativas y el apoyo familiar son pilares fundamentales para superar las adversidades. Agricultores como Juan Crisostomo Coaquira, de Conaviri, Mañazo, han dedicado décadas al cultivo de la quinoa, transmitiendo su conocimiento a nuevas generaciones.

A pesar de las dificultades, sus hijos lo acompañan en el trabajo a casi 4.000 metros de altura, reconociendo el esfuerzo que exige mantener la calidad del grano.

Innovación orgánica

Productores como Sixto Celestino Cuaquiramamani, también de Conaviri, apuestan por la producción orgánica, evitando insecticidas y usando abono natural. Este esfuerzo les permite acceder a mercados internacionales y obtener mejores precios a través de cooperativas como Copayín Cabana.

El futuro de la quinoa peruana

El proceso de cosecha y procesamiento de la quinoa es complejo y requiere un esfuerzo manual significativo. A pesar del creciente interés a nivel mundial, los precios no siempre se traducen en mejores beneficios para los productores.

La denominación de origen sigue siendo un tema pendiente, aunque se exploran alternativas como las marcas colectivas para proteger y promover la calidad peruana. En la cocina nacional, chefs como Flavio Solórzano han impulsado su versatilidad y valor nutricional, transformándola de alimento básico andino a ingrediente apreciado de la alta gastronomía.

La historia de la quinoa peruana es una de tradición, resiliencia y la búsqueda de un futuro más próspero para los agricultores que cultivan este grano dorado en las alturas de los Andes.

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