Como latigazos del tiempo suenan y retumban hoy las estrofas del músico y cantautor venezolano Alí Primera:
"…Abrebrecha, compañero
Que ya sopla viento de agua
Y ya hay que espantar el perro
Antes que se eche la miada…"
La paloma de la paz, Donald Trump, sacó sus garras. La flota de guerra estadounidense se está posicionando frente a las costas venezolanas. Los pichoncitos de esta paloma, los que parecen buitrecitos y que son los Gobiernos de la República Dominicana, Ecuador y Paraguay se apresuran a sumarse al coro imperial.
El país, sin siquiera un nombre propio, el que más cocaína en el mundo importa, vende, compra y consume, una vez más se pone a dar clases de moral antinarcóticos y amenaza al Gobierno de Venezuela con lo único que sabe hacer bien: la guerra.
Ojeando los titulares, y entre los muchos absurdos y surrealistas, el más burro me pareció el que escribe Euronews: "EE.UU. habría desplegado 3 buques con 4.000 soldados cerca de Venezuela para frenar el narcotráfico".
Al parecer, los europeos, que se preparan ahora para la invasión rusa y la venida de los alienígenas, creerán también en la eficiencia de las naves equipadas con misiles y cañones para combatir a los traficantes de drogas.
Dejemos de lado las verdades archisabidas, como que la gerencia general del narcotráfico en el continente americano se ejecuta desde ese mismo país, que siempre repite en inglés el mismo mantra acerca de una guerra contra él, cuando los principales coordinadores del negocio son la DEA y la CIA. Centrémonos en lo importante: ¿Qué tan reales pueden ser las promesas del imperio de invadir Venezuela?
El director de la DEA, Terry Cole, declaró que el gobierno de Maduro envía "cantidades récord de cocaína" con la ayuda de grupos guerrilleros colombianos como las FARC y el ELN, usando casi el mismo lenguaje que el de la prensa de Colombia en los tiempos del uribismo, cuando los rebeldes fueron catalogados oficialmente de "narcocomunistas". La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aseguró que su país está listo para "usar todo su poder" y una vez más insistió en que considera al Gobierno venezolano como "un cártel de narcotráfico" y no un poder legítimo, calificando también al presidente Nicolás Maduro como un líder fugitivo acusado de tráfico de drogas. ¿Existirá una manera más explícita para declarar a toda Venezuela un blanco militar?
EE.UU., aprovechando el momento de la mayor crisis político-militar global de la postguerra, cuando la atención de los grandes medios está pendiente de la guerra en Ucrania y la masacre en Gaza, se enfoca hacia el continente Latinoamericano, que por varios años parecía olvidado por el imperio, con la excusa de otras prioridades.
Venezuela les preocupa especialmente, porque después de tantos presagios de la inminente caída del gobierno bolivariano, ahora, a pesar de todas las sanciones y millones de dólares invertidos en su desestabilización, el mundo ve la recuperación de su economía y también cómo la seguridad y tranquilidad de a poco vuelven a sus calles.
Venezuela resistió a todas las guerras: la económica, la cultural, la informativa y la delincuencial.
Por eso ahora la amenazan con esta última: la militar. Pero aparecen algunas complicaciones: a pesar de todas las bravuconadas con la flota militar con sus submarinos atómicos y aviones, los expertos estadounidenses saben bien que, por la geografía y el relieve de la costa venezolana, esta opción sería para el agresor demasiado costosa en equipos y vidas.
La otra opción de la que siempre se ha hablado, es la de un ataque desde el territorio colombiano, que pareciera más sencillo y que planearon desde los tiempos en que estuvo en el poder su aliado el "Matarife", pero que por ahora se descarta ante la firme y digna postura antiintervencionista del presidente Gustavo Petro. Atacar desde Guayana sería demasiado difícil por la densidad de las selvas y una falta total de comunicaciones terrestres. Además, saben muy bien, que Venezuela, con su Ejército y su pueblo, se va a defender muy en serio.
Para el negocio de la guerra que el Tío Sam armó en Europa y ahora se lava las manos, esperando sus dividendos, se necesitará mucho petróleo y otras materias primas. Por eso Venezuela y América Latina volvieron ser tan importantes y apetecidas.
Otro aspecto que poco se comenta en los medios sobre la actual escalada brutal, es que esto sucede después de una supuesta mejora de las relaciones entre EE.UU. y Venezuela. De un momento para otro, un gobierno soberano con el que avanzaba un dialogo razonable, se convierte en el enemigo declarado y un blanco militar. Aunque después de lo sucedido con Irán, atacado bajo las mismas circunstancias de negociación que se desarrollaba con avances, evidentemente, esto también es una advertencia para todos, mucho más allá de América Latina.
Pero Venezuela no está sola. Porque ya no basta con escribir "Todos somos Venezuela" para abrir la brecha que hará desmoronar el soberbio poder colonial de los de siempre, sino que hemos de crear, parafraseando al Che, "dos, tres… y muchas Venezuelas".