Invasión estadounidense de la antigua URSS y Armenia
La reciente firma de un documento de asociación estratégica entre Armenia y Estados Unidos no solo cambia el frágil y explosivo equilibrio de las fuerzas políticas en la región del Cáucaso Meridional, sino que tendrá graves consecuencias en todo el espacio postsoviético.
Mientras el mundo sigue desgarrado por decenas de grandes y pequeños conflictos armados en medio de la turbulencia militar más fuerte de todo el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, la entrada oficial de uno de los principales aliados históricos de Rusia al bando adverso pasó casi desapercibida por los grandes medios de comunicación mundiales. O, tal vez, bajar el perfil de importancia de esta noticia sea justamente parte del plan. El Gobierno del primer ministro Nikol Pashinián sigue buscando que Armenia se convierta en la Ucrania del Cáucaso.
¿De qué se trata en esta "asociación", que declara explícitamente que "la cooperación en materia de defensa y seguridad entre Armenia y EE.UU. beneficia a ambas naciones y a la región"?
La primera cláusula de su Sección III, llamada "Defensa y Seguridad" lo explica muy claro: "Reconociendo la persistencia de amenazas a la paz y la estabilidad mundiales, Armenia y EE.UU. tienen la intención de ampliar el alcance de sus programas de cooperación en materia de defensa y seguridad, incluso mediante el establecimiento de consultas bilaterales de defensa durante el próximo año y ayudando al Ejército armenio mediante capacitación en asistencia militar profesional".
Aparte de eso, EE.UU. pretende seguir financiando a la Policía, así como a los medios de comunicación locales, las ONG y los programas de lucha contra la "desinformación". En el documento también se menciona el apoyo tecnológico respecto a la energía nuclear, lo que supone la expulsión de Rosatom, que fue socio e inversionista de Armenia durante décadas. Además, se ejercerá un control aduanero "del tránsito de productos de doble uso", lo que apunta directamente a eliminar las vías alternativas para sortear el bloqueo económico occidental contra Rusia.
Entre Ereván y Washington hay casi 9.500 kilómetros por línea recta y casi una nula relación histórica, en lugar de los 115 km entre las fronteras armenia y rusa, y la permanente y estrecha relación comercial, cultural y social de rusos y armenios desde el siglo XV.
En el período del Imperio ruso, el pueblo armenio se convirtió en uno de sus principales aliados en el Cáucaso, entre otras cosas por ser un pequeño territorio cristiano en medio de una mayoría musulmana. Durante la URSS los armenios fueron parte del pueblo soviético, conservando su idioma y tradiciones; en el período más próspero de su historia se aseguró un rápido desarrollo industrial, científico y social en esa república.
La separación de los pueblos de la URSS y su 'regreso a los departamentos nacionales' significó la concentración del poder en manos de las élites locales y una verdadera catástrofe económica, política y social para la mayoría de sus habitantes. Armenia no fue la excepción, pues de próspera república socialista, llena de riquezas naturales y de un clima privilegiado, el país rápidamente se convirtió en uno de los más pobres de la antigua URSS.
Es fácil ver que la actual asociación estratégica entre Armenia y EE.UU. es una de las consecuencias de los viejos planes del Departamento de Estado, que consisten primero en desestabilizar a su rival más fuerte, la URSS, y después colonizar los nuevos territorios "liberados del comunismo".
Las "asociaciones estratégicas" con sus vasallos son el tiro de gracia a la soberanía de las nuevas repúblicas bananeras. El Departamento de Estado estadounidense informa que Washington ha invertido 3.300 millones de dólares en Armenia, de los cuales 340 millones fueron invertidos por la actual administración desde 2021.
Pero en el caso de Armenia no se trata solo de una alianza antirrusa. Sus vecinos inmediatos son Azerbaiyán, Irán, Turquía y Georgia: cuatro países que son de gran importancia para toda Asia Central y Oriente Medio, y por ende convierten a Armenia en un punto geopolítico de especial interés.
Cuatro polos de intereses estratégicos
En la región se ven por lo menos cuatro polos de intereses estratégicos. Por una parte, como la amenaza más tradicional para el territorio armenio aparece la alianza entre Turquía y Azerbaiyán, que con sus crecientes apetitos pretenden remodelar el Cáucaso Meridional de la manera que más les convenga.
Luego está Irán, que a pesar de sus dificultades del momento e independiente de una alianza estratégica con Rusia, tiene sus intereses propios e insiste en ejercer su histórico rol de potencia regional. Además, es un país que sigue siendo uno de posibles blancos militares de EE.UU. y de su principal aliado Israel.
También está Georgia, que sin ser un país prorruso y sin tener ni siquiera relaciones diplomáticas con Moscú, continúa resistiendo la presión occidental para convertirla en otra colonia regional. Y aparte de todo lo anterior, están los intereses de la misma Rusia, que durante siglos ha sido un importante factor de estabilidad y desarrollo para toda la región del Cáucaso.
Con la firma del tratado de asociación estratégica con EE.UU., Armenia genera una situación conflictiva no solo con Rusia, sino con todos sus vecinos a la vez, y así socava su propia y frágil estabilidad. Todos los vecinos (a pesar de las serias discrepancias entre ellos) obtienen un factor que los une, al encontrarse frente a una amenaza de la que deben deshacerse y que también se convierte en común.
Tomando en cuenta el terrible genocidio de armenios en Turquía hace más de un siglo y la reciente derrota militar con Azerbayán, que provocó la pérdida de Nagorno Karabaj, es posible que se eche mano y se realice la vieja estrategia de victimización mediática del pueblo entero, para convertir a Armenia en una especie de Israel regional, que represente los intereses de su amo: EE.UU.
Independientemente de todos los posibles escenarios, que no son nada alentadores, es evidente que la maquinaria de la política exterior estadounidense —combinando la propaganda mediática, corrupción política, sobornos, ONG, sanciones y amenazas militares— sigue conquistando los puntos de mayor importancia geoestratégica.
Lo que se está haciendo ahora con Armenia es exactamente lo mismo que se hizo en su momento con las repúblicas del Báltico, Moldavia, Ucrania, y más de una vez se intentó lo mismo en Georgia, y se sigue insistiendo en todos los Estados postsoviéticos de Asia Central.
Las políticas coloniales, por siglos ensayadas y practicadas con los pueblos de todo el Sur Global, rápidamente se adaptan a nuevos territorios, dentro de la única lógica del 'mundo civilizado' que conociste en devorar países y sus recursos.
EE.UU. entra en los países mostrando maravillas con malabares de 'marketing' político, aprovecha la pobreza, la corrupción y los traumas históricos (reales y ficticios) para conquistar las mentes nubladas por la desesperación y a la espera de soluciones fáciles. Se forman las élites locales, que son extranjeros en su propio país y que se convierten gustosos en los mejores gerentes de las corporaciones que llegan.
El mecanismo de colonización de nuestras mentes ha sido más sencillo de lo que parece. Me acuerdo de la indignación de tantos de nosotros en la Unión Soviética de los 80 por los "excesos de la censura política". Pero después, con la 'perestroika', cuando bruscamente cayó el nivel de vida de la mayoría, drásticamente disminuyó la censura, y por fin pudimos ver cadáveres en los noticieros de la televisión oficial.
A la Unión Soviética y a la programación de sus canales de televisión al fin entraron películas como Rambo. Creo que fuimos el único país del mundo que con tanta admiración vio la maestría con que Rambo mataba a los rusos y los soviéticos. ¡Nos estaban civilizando!
Hace muy poco Sylvester Stallone fue nombrado 'embajador especial' de Donald Trump en Hollywood. Esto para ellos es parte de la cultura y las relaciones internacionales. Y Rambo, tan admirado y extrañado por tantas mentes colonizadas, ya desembarca en Armenia.
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