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EE.UU., 2025. Señales del derrumbe

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EE.UU., 2025. Señales del derrumbe

Aunque llevan años en un progresivo declive, nunca antes como hoy se observan tantas señales de que el sistema estadounidense como un todo hace aguas por todas partes. Y el asesinato del activista conservador Charlie Kirk mientras daba una charla en un recinto universitario es apenas una más de esas muchas señales.

El fundador de la organización Turning Point USA, que promueve valores conservadores en centros de educación secundaria y universitaria dentro de EE.UU., fue asesinado por un disparo mientras daba una charla en un campus de Utah. A Kirk se le atribuye, en buena medida, el acercamiento de parte de la juventud estadounidense al movimiento MAGA, apoyo juvenil que supuso un factor fundamental en la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales del año pasado.

Desde 2016, el activista fue transmutando paulatinamente de una figura prototípica del Partido Republicano tradicional de toda la vida a –en sus propias palabras– defensor de un Partido Republicano "rehecho por Trump como una formación populista".

Como producto de esa evolución (o involución, según a quién pregunten), él y su organización promovían una agenda conservadora, digamos, 'clásica', en temas relativos al aborto, orientaciones sexuales, políticas migratorias, aderezadas con otras más propias del trumpismo y la llamada 'alt-right', como teorías pintorescas relativas al COVID (incluyendo los supuestos poderes 'mágicos' de la hidroxicloroquina), el asesinato de George Floyd (cuya muerte llegó a atribuir a una sobredosis) y la más estrafalaria de todas: creer que el Partido Demócrata tiene algo de marxista.

Por supuesto, como buen republicano y trumpista, Kirk se oponía frontalmente al control de armas, argumentando que los tiroteos a los que está tan (mal)acostumbrado EE.UU. son un hecho "desafortunado", a pesar de lo cual -la cita es textual- "el costo merece la pena" porque la Segunda Enmienda permite que los estadounidenses se armen "para defender nuestros otros derechos otorgados por Dios". Como un macabro giro del destino, el activista estaba defendiendo la tenencia de armas entre la población de EE.UU. justamente al momento de recibir el disparo que le quitó la vida a los 31 años. Sin embargo, no es un asesinato de obvia naturaleza política la señal definitiva del resquebrajamiento que está viviendo EE.UU. Al fin y al cabo, si así fuera, este se estaría produciendo más o menos desde allá por 1865, cuando fue asesinado Abraham Lincoln. Y, para entender dónde están esas señales, hay que prestar atención a todo lo que rodea al asesinato de Kirk y más allá.

¿El asesino es conservador o progresista? El asesino es estadounidense

Las reacciones ante el crimen incluyeron condenas en todo el arco político y llamados a rechazar el crimen independientemente de la ideología de cada quién, pero también hubo bastantes comportamientos por fuera de esa línea: desde el lado de simpatizantes del Partido Demócrata, celebraciones o comentarios del tipo "se cosecha lo que se siembra" y, desde el lado de partidarios republicanos, aseveraciones de que el país "está en guerra".

Mientras no se sabía nada de quién podría haber sido el tirador, unos y otros apostaban a que fuera alguien que lo beneficiara políticamente: mientras de un lado rogaban que se tratara de un inmigrante transgénero, en la otra acera política rezaban fervientemente que hubiera sido un MAGA decepcionado. Ping pong que ni siquiera terminó con el arresto de Tyler Robinson, de 22 años, autor del disparo: mientras hoy unos destacan su crianza en una familia de republicanos aficionados a las armas, otros subrayan su presunta relación romántica con un compañero de habitación que se está sometiendo a un cambio de género.

Pero la realidad es que lo determinante no está en si el tirador era blanco, hispano, asiático o afrodescendiente, heterosexual, homosexual o cualquier otra variante, si se consideraba de derecha o de izquierda, si nació en EE.UU. o simplemente creció allí. Porque el rasgo más característico de Tyler Robinson, que agarró un rifle Mauser 98, calibre .30-06 para volarle la cabeza a un activista político durante una charla universitaria, es que se trata de un genuino producto (o subproducto, según prefieran) de la sociedad estadounidense; una sociedad acostumbrada al asesinato de personalidades políticas desde hace décadas, pero que vive un repunte en tiempos recientes: el mismo Trump se salvó por milímetros de morir baleado en julio de 2024. 

Y ojo: la violencia se da en ambas direcciones dentro del bipartidismo estadounidense. En la primera mitad de 2025, por motivos políticos también, fueron asesinados una legisladora estadal del Partido Demócrata y su esposo en Minnesota, mientras que el gobernador –también demócrata– de Pennsylvania y su familia se salvaron por poco de morir en un incendio intencional contra su vivienda.

Un cóctel explosivo que contribuye al derrumbe

Desde principios de año se han detectado más de 150 ataques con motivaciones políticas en EE.UU., el doble de lo registrado el año anterior. Una veintena de ellos terminó en muertes. A la facilidad para acceder a armamento letal y la irrefrenable tendencia al magnicidio, mucho más habitual entre estadounidenses que en el resto del mundo, se suman factores más de tiempos 'modernos', como las redes sociales, que vuelven el debate político mucho más personal y emocional, amplificando esos efectos en toda la población.

Otro factor que no contribuye demasiado que digamos a apaciguar la política actual (no solo en EE.UU., en este caso) es el hecho de que el centro del debate se haya desplazado hacia elementos menos trascendentes y más polarizantes: así, las posturas pro o anti LGBT* o pro o anti migración, por citar un par de ejemplos, ocupan más espacio en los debates mediáticos y de redes que asuntos como salud, empleo, servicios públicos y hasta seguridad ciudadana.

En el caso estadounidense, además, hay que sumar a todo este cóctel, ya de por sí explosivo, los recurrentes y crecientes problemas de adicción de su población, la violencia callejera sin sentido (ejemplificada en el asesinato de una migrante ucraniana en un autobús sin mediar provocación alguna), y todo el deterioro imaginable asociado a la certeza de que la pérdida de la hegemonía de EE.UU. ya está en curso, y con ella llega el final de los privilegios globales que les permitían mantener pegado, así fuera con saliva de loro, su endeble tejido social.

Sí, EE.UU. se derrumba y esto no es algo que el asesinato de Charlie Kirk provocara, sino que refleja. Derrumbe que, lógicamente, es anhelado por millones de personas en todo el planeta que han sido víctimas de la política injerencista estadounidense y, sinceramente, quién puede culparlos por albergar esa esperanza.

Sin embargo, lejos de querer amargarle los deseos a nadie, es bueno recordar que cuando una sociedad violenta y en plena espiral ascendente de violencia camina hacia su colapso, no puede esperarse que este vaya a producirse de manera silenciosa, pacífica y sin golpear al resto del mundo. Al contrario. Mucho menos cuando hablamos de una nación que ha basado su supremacía en el intervencionismo, el abuso y el chantaje sobre otros países. Por lo que, más que anhelar ese derrumbe, más vale anhelar que, cuando ese derrumbe inevitable finalmente se produzca, no haga tanto daño al resto del planeta como el que causaba EE.UU. ya desde antes de comenzar a tambalearse.

*El movimiento internacional LGBT está calificado como organización extremista en el territorio de Rusia y prohibido en el país.

El presente texto es una adaptación de un video realizado por el equipo de ¡Ahí les va!, escrito y dirigido por Mirko Casale.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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