EE. UU. piensa explorar la cara oculta de la Luna
A pesar de que Estados Unidos rechazó la idea del regreso de los astronautas a la Luna en los próximos años, uno de los contratistas de la NASA sugirió organizar una serie de misiones para estudiar la cara oculta del satélite terrestre.
Durante el mandato del ex presidente George W. Bush se lanzó el programa 'Constelación' ('Constellation' en inglés), con el objetivo de reanudar los desembarcos en el satélite para el 2020 (la última vez que un estadounidense pisó el suelo selénico fue en 1972). Sin embargo, el presupuesto de la NASA, hecho público por la Casa Blanca en febrero del año en curso, ya no contaba con los recursos para esto. La administración de Obama propuso un nuevo proyecto, según el cual para el 2025 se realizaría el primer vuelo del Hombre a un astroide y, para mediados de la tercera década de este siglo, la Humanidad conquistaría Marte.
La idea de la compañía Lockheed Martin no contradijo estos planes. La misión L2-Farside, en la que se utilizaría la nave Orion (desarrollada para el programa Constelación), apuntaría a perfilar las tecnologías necesarias para las misiones a asteriodes e incluso a Marte y, en particular, el manejo de los astrovehículos desde la órbita marciana. Para este fin, la compañía propuso un vuelo previo hacia la cara oculta de la Luna.
El primer vuelo del Orion a la Luna sería posible ya entre 2016 y 2018, aseguran los especialistas. Los astronautas se alejarían de la Tierra a una distancia un poco myor que los participantes de las famosas misiones Apollo, pero su expedición sería tres veces más larga. En el marco de estos vuelos de un mes de duración, se testearían los sistemas de la nave antes de que emprenda una expedición de seis meses hacia un asteroide. Además, se probaría una nueva tecnología que premita realizar el descenso a la superficie del cuerpo celeste un 40-50% más rápido que en la atmósfera terrestre.
Adicionalmente, se evaluaría el nivel de radiación al que se someterían los astronautas y se comprobaría si Orion puede facilitar la protección necesaria.
La NASA en este caso tendría que desarrollar un nuevo módulo de descenso, porque los planes de crear un ingenio pilotado Altar fueron rechazados para el programa ‘Constelación’. Primero se lanzarían a la Luna un módulo autónomo y un astromóvil, y luego tres astronautas los seguirían en la nave Orion.
Sin embargo, para este fin se necesita un cohete portador con suficiente capacidad de carga. Y si la NASA no consigue desarrollar un transbordador para la nave Orion en el plazo fijado, se necesitaría utilizar portadores menos potentes. Primero, la Orion se lanzaría a la órbita terrestre con el cohete Delta 4. Luego, otro transbordador pondría en órbita al Centauro -la fase superior de la lanzadera espacial. Orion se engancharía al Centauro y tomaría rumbo hacia la Luna.
Allí permanecería durante dos semanas sobre la cara oculta de la Luna, a la altura de unos 65.000 kilómetros de lal una, en el punto de Lagrange L2. Allí, la nave cósmica sería estacionada por las fuerzas de gravedad respecto a dos cuerpos celestes y rotaría sincrónamente con la Luna. La tripulación de la nave podría observar entonces constantemente la cara oculta del satélite, al igual que la Tierra. Los astromóviles y los módulos de descenso llevarían a cabo tareas de toma de muestras del suelo lunar, así como del desplegue del sistema de los radiotelescopios.