'La espía que no me amó': las mujeres del Mossad dan todo por su país, salvo sexo
El éxito profesional de estas mujeres demuestra la creciente pujanza profesional de la mujer en el mundo contemporáneo, incluida en el enigmático mundo de la inteligencia, donde las tretas femininas valen a veces más que la fuerza bruta.
“Una mujer que sonríe tiene más posibilidades de tener éxito” a la hora de alcanzar zonas restringidas, comenta Yael, una de las agentes del Mossad.
¿Sexo con jefazo iraní?: misión imposible
“Usamos nuestra feminidad porque cualquier medida es válida”, confiesa Efrat, otra de las espías. No obstante, la mujer deja claros los límites de sus 'poderes': “Aún si creemos que para el avance de la misión hay que acostarse con el jefe del Estado Mayor del presidente iraní, nadie en el Mossad nos permitirá hacerlo”.
“A las agentes mujeres no las usan para objetivos sexuales. Flirteamos, pero la línea roja queda demarcada por el sexo”, añade Efrat.
Más peligro que en una peli de ‘Bond’
"Tomen cualquier película de espionaje de acción. Es nuestra realidad, sólo que mucho más difícil", afirma una de las agentes, que aclara que participó "en operaciones más peligrosas que lo que se pueda ver en las películas".
El director del Mossad, Tamir Pardo, dijo a la publicación que aunque la plantilla de su organismo se divide en partes iguales entre hombres y mujeres, las mujeres “tienen una ventaja distinguible” a la hora de entrar en acción.
Según él, las mujeres espías son mejores que los hombres debido a "su habilidad para hacer muchas cosas al mismo tiempo”, así como a su mejor capacidad para desempeñar roles y "aplastar su propio ego para lograr el objetivo".
Además, el jefe de la organización asegura que, en contra de lo que marcan los estereotipos, las mujeres son mejores a la hora de desempeñar papeles, descifrar situaciones, conocimiento del terreno o analizar situaciones.
El espionaje femenino israelí se apuntó un éxito importante en 1986, cuando la agente del Mossadm Cheryl Hanin (que usaba el pseudónimo ‘Cindy’) sedujo al ex técnico israelí y denunciante huyente, Mordechai Vanunu, para tenderle una trampa.
La agente le convenció para que viajara con ella de Londres a Roma, donde fue drogado, secuestrado por otros agentes de Mossad y trasladado a Israel. Allí lo condenaron a 18 años de prisión por revelar secretos nucleares israelíes.
Sin embargo, la medalla por ser una mujer de hierro también tiene otra cara: simultanear esa vida de película con la vida familiar, obligadas a dejar a sus niños y esposos para cumplir una nueva misión secreta.