China está liderando una revolución silenciosa en la tecnología energética con una nueva táctica que combina los avances científicos en baterías de estado sólido con una estrategia geopolítica de control de exportaciones, informa South China Morning Post.
En las últimas semanas, investigadores chinos han publicado varios estudios que detallan progresos significativos en la densidad energética de las baterías, alcanzando los 600 vatios-hora por kilogramo (Wh/kg). Estas nuevas baterías, además de ser más potentes, mantienen su capacidad tras numerosos ciclos de carga y descarga y, según los científicos, podrían producirse en masa en menos de cinco años.
Al mismo tiempo, el Ministerio de Comercio de China y la Administración General de Aduanas anunciaron nuevos controles a la exportación de baterías de litio avanzadas y materiales clave utilizados en su fabricación. A partir del 8 de noviembre, quedarán restringidas las exportaciones de baterías con densidad energética superior a 300 Wh/kg, así como de equipos de producción y materiales críticos, incluyendo componentes de cátodo y ánodo.
Expertos señalan que la decisión tiene una dimensión estratégica y militar, ya que las baterías de alta densidad son esenciales para el desarrollo de armamento avanzado, drones, vehículos autónomos y sistemas de energía portátiles. Los analistas coinciden en que Pekín busca consolidar su ventaja competitiva y, al mismo tiempo, limitar el acceso de potencias rivales a tecnologías clave que podrían tener aplicaciones bélicas.