
La liberación de Praga: la última gran victoria antes de la capitulación nazi
A sólo unos días de la capitulación de la Alemania nazi, el Ejército Rojo emprendió su ofensiva final. Entre el 6 y el 11 de mayo de 1945, la capital de la restablecida Checoslovaquia se convirtió en escenario de la última gran batalla de la Gran Guerra Patria.
En Praga se concentraba un importante contingente de la Wehrmacht. El 5 de mayo estalló una rebelión popular. Los patriotas checoslovacos, acosados por artillería, tanques y aviones alemanes, enviaron por radio una petición urgente de ayuda a la Unión Soviética. La información sobre la llegada de refuerzos nazis acentuó la necesidad de actuar con rapidez.

La operación soviética se organizó en tiempo récord. Por orden del mariscal de la Unión Soviética Iván Kónev, las unidades del Primer, Segundo y Cuarto Frente Ucraniano avanzaron hacia la capital checoslovaca. En palabras del propio Kónev, la rebelión era "la explosión de indignación popular contra los invasores fascistas, el deseo de tomar las armas… sin considerar ni el peligro ni las víctimas".

Según las memorias de Kónev, la principal dificultad estribaba en el relieve montañoso, si bien el factor sorpresa jugó a favor del Ejército Rojo. Entre el 6 y el 8 de mayo las tropas soviéticas rompieron las defensas enemigas y crearon las condiciones para cercar al adversario.
Alemania desoye la orden de rendición
El general Ferdinand Scherner, uno de los favoritos de Hitler y responsable del Grupo de Ejércitos del Centro para la defensa de Checoslovaquia, se negó a obedecer la orden de rendición. Kónev describió la paradoja: mientras en Berlín el mariscal de campo Keitel se preparaba para firmar la capitulación total, "Scherner —o lo que quedaba de sus tropas— todavía estaba luchando contra nosotros".

El 8 de mayo, el mando soviético transmitió por radio una propuesta a las fuerzas alemanas para que depusieran las armas, pero no recibió respuesta. Para entonces, los destacamentos avanzados del Ejército Rojo ya controlaban carreteras, puentes y pasos de montaña.
Entrada triunfal en la capital

En la mañana del 9 de mayo, una columna soviética tomó la carretera de Praga y se dirigió con rapidez a la ciudad. La población los recibió con muestras de entusiasmo. "Tratábamos a todos los habitantes de forma pacífica y tranquila", recuerda el veterano de guerra Leonid Níkonov el comportamiento de los soldados.
Níkonov también relató cómo se enteraron del fin de la guerra: "Todo el mundo gritaba '¡victoria!' y disparaban al aire para que no hubiera más guerras, para que nuestra generación viviera tranquilamente, en paz".

Balance y legado
Aunque los principales combates tocaron a su fin el 11 de mayo, se registraron enfrentamientos menores durante al menos una semana contra grupos nazis dispersos. La ofensiva terminó con unos 860 000 prisioneros enemigos y la captura de miles de tanques, cañones y abundante equipo militar.

El precio fue alto: unos 140 000 soldados soviéticos perdieron vida durante la liberación de Checoslovaquia. Para los especialistas y quienes vivieron aquellos días, el éxito de la operación confirmó la superioridad de las fuerzas de la URSS sobre un ejército que había sido considerado de los más poderosos de su tiempo.

Recordar la Liberación de Praga es, por tanto, honrar tanto a la determinación de un pueblo en armas como el sacrificio de quienes, desde el frente soviético, hicieron posible la última victoria a gran escala de la Gran Guerra Patria.