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Cómo un grupo de buzos fue succionado por una tubería, una GoPro grabó sus últimas oraciones y su empresa los dejó morir

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Cinco buzos fueron violentamente succionados por una tubería de petróleo apenas más ancha que sus hombros. Solo uno logró escapar con vida de una fatalidad que muchos consideran era evitable.
Cómo un grupo de buzos fue succionado por una tubería, una GoPro grabó sus últimas oraciones y su empresa los dejó morir

El 25 de febrero de 2022, cinco buzos profesionales de la contratista Land & Marine Contracting Services (LMCS), especializados en tareas de mantenimiento y soldadura submarina, se preparaban para cumplir con un requerimiento de la petrolera estatal de Trinidad y Tobago, Paria Fuel Trading Company, en las profundidades marinas frente a sus costas en el mar Caribe.

La tarea de Christopher Boodram, Fyzal Kurban, Kazim Ali Jr., Rishi Nagassar y Yusuf Henry era realizar un mantenimiento en la sección de una tubería submarina, inactiva en ese momento, ubicada debajo de una plataforma petrolera que conectaba con una instalación de refinamiento en la localidad trinitense de Pointe-a-Pierre. El tramo averiado, de unos pocos metros de longitud, ya había sido retirado y era necesario instalar en ese vacío un segmento de repuesto.

Para la operación, que parecía sencilla, los experimentados buzos colocaron una cámara especial presurizada (campana de buceo) sobre la boca de la tubería, a varios metros bajo el agua. Esta funciona como una burbuja de aire que mantiene el agua fuera y permite trabajar en un entorno seco y seguro durante períodos prolongados. La boca de la tubería estaba cubierta por un tapón inflable para aislar el tramo restante, frenar el ingreso de agua en su interior e impedir que los gases tóxicos emitidos por los residuos del combustible —la tubería estaba vacía— entraran en el hábitat hiperbárico.

Lo impensable

El trabajo subacuático comenzó cerca de las 14:30 de la hora local. Este requería quitar el tapón, sin embargo, y según algunas fuentes, los buceadores "no siguieron el procedimiento previsto" y retiraron la pieza en un momento inadecuado. Esto provocó una diferencia de presión fortísima entre la campana de buceo y el tubo de petróleo que succionó a los cinco operarios instantáneamente.

El implacable vórtice los arrastró rápida y violentamente por un torrente de agua y aceite 18 metros hacia abajo y cientos de metros a lo largo del tubo metálico de unos 76 centímetros de diámetro —apenas más ancho que sus hombros—, hasta una sección horizontal, que aún conservaba aire, pero que estaba contaminada por los gases que emana el petróleo. Desorientados y tumbados boca arriba respirando aire envenenado, intentaron comunicarse entre ellos y mantener la calma.

Arrastrándose en fila por la oscuridad, encontraron dos de sus tanques de oxígeno, que habían quedado desperdigados tras el accidente. Sin saber en qué punto se encontraban de la tubería (de unos 350 metros de longitud) uno de los buzos, Christopher Boodram, situado a un extremo de la fila, entendió que algunos miembros del grupo luchaban por respirar y presentaban heridas graves —varios tenían huesos rotos— que no les permitirían avanzar. Al llegar a un área inundada, tomó la decisión de continuar solo y convenció a los demás que podría salir y pedir ayuda. Tomó uno de los tanques de oxígeno y partió sin saber si iba en la dirección correcta y si el aire le alcanzaría.

Finalmente pudo ascender y emerger por la parte vertical de la tubería por donde todos habían sido tragados. Christopher explicó lo sucedió e informó sobre la posible posición de sus cuatro compañeros, haciendo hincapié en que estaban heridos pero vivos.

La verdadera tragedia

Boodram, cuya proeza de escape le costó entre dos y tres horas, proporcionó tantos detalles como fue posible sobre sus colegas. Dijo que tres estaban en una gran bolsa de aire y que otro más, que lo seguía, esperaba en una segunda bolsa más pequeña cerca del codo. También recuerda haber suplicado que rescataran a los buzos antes de llevarlo a un hospital.

LMCS, como empleador directo de los buzos, estaba lista para intentar un rescate inmediato.  Sin embargo, Paria, la petrolera para quien realizaban el mantenimiento, lo impidió y se negó rotundamente a cooperar con equipos de rescate independientes. Asumió el control total de la operación y decidió que era demasiado arriesgado y peligroso que alguien más entrara en la tubería. Retrasó el proceso con numerosas inspecciones y trámites burocráticos a pesar de tratarse de una situación urgente. 

Entretanto, testigos aseguraron que se escuchaban los desesperados golpes de los atrapados dentro de la tubería, que aún esperaban ser rescatados.

El tiempo se agotaba, y solo después de horas críticas, Paria finalmente accedió a actuar. Para ese entonces los cuatro buceadores llevaban casi doce horas presurizados dentro de la tubería, lo que disminuía críticamente sus posibilidades de sobrevivir. Entonces, y siendo ya la madrugada del sábado, la empresa optó por enviar a la tubería un vehículo operado a distancia para inspeccionar en lugar de responder a la emergencia humana. 

Pasaron las horas, pero no hubo avances reales. Habiéndose agotado la ventana de oportunidad para una operación de rescate, ya no se podía hacer nada para traerlos de vuelta con vida. Entonces, el domingo 27 de febrero, 48 ​​horas después del accidente, el comité de crisis decidió transformar la operación de rescate en una de recuperación. Se procedió a llenar la tubería con agua de mar por un lado para empujar los cadáveres de los buzos hasta el otro lado. El último cuerpo se recuperó el jueves 3 de marzo. Las autopsias revelaron que no habían sido muertes rápidas, y que uno de ellos pudo haber vivido hasta 39 horas en la tubería, según un detallado informe de prensa.

Testigo silencioso, pero elocuente

Los equipos también recuperaron una cámara GoPro con una grabación continua —sin video debido a la oscuridad en el ducto— que proporcionó una crónica conmovedora y aterradora. En la secuencia, los cuatro buzos están conscientes y dialogan entre ellos, pero también se les oye rezando y pidiendo fuerza y protección.

Se escucha cómo golpean la tubería en su esfuerzo de comunicarse con el exterior para dar a entender que seguían resistiendo. El material sirvió como prueba de que habían sobrevivido al accidente inicial y estuvieron vivos un tiempo considerable.

El trágico final de esta historia generó mucha conmoción e indignación entre la población de Trinidad y Tobago, a tal punto que desató una investigación oficial posterior.

¿Quién tuvo la culpa?

Si bien el accidente se debió al desconocimiento de este tipo de peligro por parte de todas las partes implicadas, al analizar la forma en que se gestionó se determinó que Paria Fuel Company fue la responsable directa del desenlace. El reporte asegura que la estatal "hizo poco o ningún intento de rescate" y demoró mucho la búsqueda. No habría sido fácil, pero era perfectamente posible sacarlos con vida.

"La oportunidad de rescatar a los hombres de la tubería fue completamente desaprovechada por un grado de inercia que es difícil de comprender", según la comisión investigadora, que encontró motivos suficientes para que se consideraran cargos de homicidio involuntario corporativo. 

En septiembre de 2024, se presentaron 15 cargos contra los gerentes de Paria y el director de LMCS por haber violado la Ley de Seguridad y Salud Ocupacional. Se les acusa de no haber evaluado adecuadamente los riesgos y no haber elaborado ni revisado un plan de emergencia.

Paria justificó sus acciones argumentando que era "demasiado peligroso que alguien siguiera adentrándose en la tubería sin suponer un riesgo importante para la vida"; razón por la cual bloqueó cualquier intento de rescate inminente.

Cicatrices abiertas 

El caso sigue abierto y se encuentra en fase de procedimientos legales debido a la complejidad y la gran cantidad de documentación involucrada. Los directivos acusados se han declarado inocentes de todos los cargos. Las familias de las víctimas denunciaron insensibilidad y una comunicación pésima y contradictoria por parte de la empresa durante toda la crisis. 

Tres años después, nadie ha comparecido ante la justicia, los acusados continúan en libertad y colaborando con el proceso y las familias de los fallecidos han no han recibido compensación alguna. El Gobierno prometió en abril pasado entregar un millón de dólares a cada una de las familias de los cuatro buzos fallecidos. Sin embargo, Christopher, el único sobreviviente afirmó recientemente que no se ha sabido nada sobre dicha compensación.

Él asegura que vive con el recuerdo constante de lo sucedido, que el horror sigue atormentándolo y que ninguna cantidad de dinero puede borrar el trauma. "Si realmente quieren ayudarnos, me gustaría que se comprometieran a que las personas de Paria responsables de las muertes sean acusadas y procesadas en un plazo determinado. Porque mientras todos viven y disfrutan de su vida, la mía es una auténtica pesadilla".

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