Los refrescos deberían consumirse con moderación, aunque no son precisamente una opción saludable. Esto se debe a que la mayoría de estas bebidas contienen agua carbonatada, edulcorantes, ácido fosfórico y saborizantes naturales, además de cafeína en algunos casos.
Afortunadamente, el organismo tiene mecanismos de protección contra los efectos de las bebidas carbonatadas y azucaradas. Sin embargo, un consumo excesivo puede afectar diversas funciones y órganos.
Aumento del nivel de azúcar en la sangre
Según el Departamento de Agricultura de EE.UU., una lata de refresco de cola (355 mililitros) contiene unos 37 gramos de azúcar añadido. Para contexto, la Asociación Estadounidense del Corazón recomienda no superar los 25 gramos de azúcar diarios en el caso de las mujeres y 36 gramos para hombres.
El azúcar añadido se absorbe rápidamente, provocando que se disparen los niveles de glucosa en la sangre. Esto obliga al organismo a producir insulina en grandes cantidades para intentar reducir la alta cantidad de glucosa en sangre.

Los expertos advierten que las subidas y bajadas bruscas de glucosa genera una alta variabilidad glucémica, lo que puede ocasionar fatiga, cambios de humor y un mayor riesgo de prediabetes, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Un estudio publicado en la revista Cardiovascular Diabetology reveló que, con el tiempo, este proceso puede dañar los vasos sanguíneos pequeños, afectando significativamente la salud del corazón.
Incremento de triglicéridos
El consumo excesivo de azúcar añadido puede elevar los niveles de triglicéridos y reducir el colesterol bueno en sangre. Una investigación publicada Journal of the American Heart Association mostró que los adultos que beben refresco regularmente tienen un 98 % más de riesgo de presentar niveles bajos de colesterol bueno, y un 53 % más de probabilidad de desarrollar triglicéridos altos.
Esto se debe a que el azúcar que no se quema mediante actividad física es transformado por el hígado en grasa, de la que una parte se excreta en forma de triglicéridos y otra parte permanece en este órgano. A largo plazo, esto puede contribuir a padecer hígado graso no alcohólico.

Impacto en el peso y la grasa abdominal
Al tratarse de azúcar líquida, los refrescos no generan saciedad, lo que propicia el exceso de ingesta calórica. Esto incrementa el riesgo de obesidad y sus complicaciones relacionadas. Un estudio en niños reveló que el consumo diario de bebidas azucaradas aumentaba en un 60 % la probabilidad de desarrollar obesidad.
El exceso de azúcar, particularmente la fructuosa, se relaciona con un aumento considerable de la grasa abdominal y la que rodea órganos internos, elevando el riesgo de diabetes tipo 2 y afecciones cardíacas.
Efectos en el estómago
Los edulcorantes artificiales surgieron como una alternativa más saludable al azúcar. Sin embargo, investigaciones recientes cuestionan esa premisa, ya que se descubrió que estos componentes presentes en los refrescos 'light' pueden afectar negativamente el microbiota intestinal e influir en el control de la glucosa.
Otros estudios hallaron un vínculo entre los edulcorantes con un mayor riesgo de disfunción metabólica, como la diabetes tipo 2 y el síndrome metabólico. Por otro lado, el alto contenido de gas en los refrescos puede provocar irritación en personas con problemas digestivos, como gastritis, ulceras y reflujo.

Deterioro dental
La ingesta habitual de refrescos también está asociada con problemas dentales como caries, erosión del esmalte y perdida de piezas. Estos productos tienen un alto nivel de acidez y grandes cantidades de azúcar, que al entrar en contacto con la placa y las bacterias bucales se convierten en ácido láctico. En consecuencia, empiezan a disolver los dientes. Además de afectar los dientes, los refrescos también pueden influir en la higiene bucal de varias maneras, incluyendo cambios en la saliva y las encías.
Los signos del consumo excesivo
Beber refresco en exceso puede provocar una serie de síntomas físicos y metabólicos. Algunos de los más comunes incluyen:
- Dolor en el pecho, acidez o regurgitación, especialmente en personas con trastornos digestivos.
- Indigestión, náuseas, diarrea, hinchazón e inflamación, como respuesta a las altas concentraciones de azúcar o edulcorantes artificiales.
- Aumento en la frecuencia urinaria y deshidratación, debido al efecto diurético de la cafeína y al contenido elevado de azúcar.
- Cambios de humor, debilidad, temblores y sensación repentina de hambre, provocados por las variaciones bruscas en los niveles de glucosa en sangre.
- Mayor tolerancia al sabor dulce y aumento en los antojos de alimentos azucarados.
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!