
La odisea de 2 exploradores perdidos en Groenlandia que fueron encontrados en un estado decrepito al borde de la locura

En 1912, los exploradores daneses Ejnar Mikkelsen e Iver Iversen fueron encontrados con vida en una zona remota del noreste de Groenlandia tras permanecer perdidos por dos años y medio. En aquel periodo los sobrevivientes tuvieron que lidiar con un clima hostil, enfermedades y situaciones que los colocaron al borde de la locura, una odisea que más tarde fue retratada en el drama de Netflix, 'Dos contra el hielo', estrenado en 2022.
Mikkelsen, nacido en 1880, realizó importantes expediciones en Groenlandia, el Polo Norte y en Alaska. Si bien era un experimentado aventurero, nada se comparó con lo que tuvo que enfrentar en 1909, año en que le fue encomendada por el Gobierno danés una expedición a la alejada isla de Shannon. El viaje tenía el objetivo de recuperar los restos del explorador Ludvig Mylius-Erichsen, y del cartógrafo, Niels Peter Hoeg Hagen y los documentos de sus descubrimientos, realizados en la fallida campaña de 1906. Los supervivientes de ese viaje lograron extraer el diario de otro miembro, el conductor de trineo inuit Jorgen Bronlund, que había documentado la ubicación aproximada del lugar en donde perecieron, pista que guiaría a la futura expedición.

Expedición en medio de un conflicto entre Dinamarca y EE.UU.

Las expediciones se realizaron en una época en que la soberanía de la isla era disputada por el reino escandinavo y EE.UU. Se creía que Groenlandia estaba dividida en dos partes atravesadas por el canal Peary en el extremo norte. Este supuesto curso de agua fue documentado por el explorador estadounidense Robert Peary a fines del siglo XIX. El viajante relató que observó todo el canal, e incluso varias islas dentro de él, aunque actualmente varios historiadores creen que mintió deliberadamente con fines políticos.
En ese contexto, la pequeña tripulación zarpó de Dinamarca el 20 de junio de 1909 a bordo del Alabama, un buque de 14 años que había sido reacondicionado para lidiar con el hielo. Lejos de experimentar un comienzo tranquilo, el tiempo era inestable y los perros para mover los trineos fueron muriendo uno tras otro. El personal debió hacer una escala en un pequeño asentamiento inuit en el sureste de Groenlandia para adquirir nuevos canes, lo que retrasó el viaje. Además, el principal mecánico del buque enfermó, por lo que se tuvo que pedir un remplazo a un barco cercano. Así, se unió como voluntario el joven ingeniero sin experiencia Iver Iversen, que luego cobraría protagonismo en la aventura.

La odisea de Mikkelsen e Iversen
Resueltos los problemas de personal, el Alabama se adentró a las peligrosas aguas del norte. A finales de agosto, atrapados por el hielo, el Alabama atracó en las costas de la isla Shannon, a unos 300 kilómetros de donde el grupo de Erichsen había pasado el invierno.
Mikkelsen, junto a Iversen y el teniente C.H Jorgersen, se aventuraron en trineo al interior del inhóspito territorio en busca de los cuerpos de sus compatriotas. Tras un lento y arduo recorrido lograron encontrar los restos de Bronlund, a quien se le dio un entierro digno. Con el invierno acercándose, falta de suministros y el grave estado de Jorgersen, al que se le debieron amputar cinco dedos de los pies, se decidió regresar al barco pese a no haber encontrado rastros de Erichsen.
A su vuelta al barco, Mikkelsen planeó una expedición más profunda y arriesgada para cumplir su objetivo junto a Iversen. Sabiendo que tal vez no regresarían al Alabama antes de que se liberase del hielo y pueda regresar, el explorador le escribió a la tripulación que se marchara y que ellos encontrarían un buque de cazadores de focas que pasara por allí.

Las penurias de los exploradores perdidos en las profundidades del Ártico
Iversen y Mikkelsen emprendieron su nueva aventura tras los pasos de Erichsen. Luego de cruzar un tramo de hielo interior plagado de grietas mortales y acantilados impenetrables, encontraron un documento bajo un montículo de piedras escrito por Erichsen que daba cuenta de sus penurias, aunque se mostraba optimista. "¡Pobres! ¡Qué alegría y esperanza tienen aquí, y además, por lo que debieron pasar antes del final!", exclamó Mikkelsen en aquel momento según relató en su posterior libro 'Dos contra el hielo'.
Días después, llegaron a un nuevo escondite y hallaron un nuevo mensaje con una impactante revelación geográfica para ese momento: "El canal de Peary no existe". Pese a que nunca encontraron los cuerpos del resto de la expedición, uno de sus objetivos del viaje se había cumplido, por lo que planearon el regreso. No obstante, solo les quedaban siete perros exhaustos y casi nada de comida para recorrer más de 1.200 kilómetros bajo la intemperie.
En el trayecto Mikkelsen no podía caminar debido a intensos dolores musculares provocados por el escorbuto, una enfermedad causada por falta de vitamina C, por lo que su compañero tuvo que colocarlo en el trineo. No obstante, para que el trasporte fuese más ligero, se vieron obligados a desprenderse de valiosas posesiones.
Para recuperar sus fuerzas, el dúo se vio obligado a comer gaviotas, sus propios perros que morían poco a poco e incluso moho. La situación empeoró, tras peligrosos encuentros con osos polares y el deterioro físico, por lo que tuvieron que desprenderse de todo su equipo, incluso tiendas de campaña, sacos de dormir y diarios, en un último intento por llegar al Alabama.

Abandonados en la intemperie
Finalmente, avistaron el mástil del barco y un gran optimismo se apoderó de ellos, pensando que la tripulación no los había abandonado. Sin embargo, sus caras cambiaron a medida que se acercaban y descubrieron que el barco había naufragado y sus miembros regresaron en un pesquero que viajaba por allí.
Sin tiempo que perder, construyeron un refugio con los restos del Alabama y utilizaron la madera restante como combustible, confiados de que serían rescatados pronto. En aquellos meses que les tocó sobrevivir, se las ingeniaron para pasar el tiempo y no caer en la locura o en peleas. Mikkelsen reportó posteriormente que tuvo un momento de alucinación cuando creyó haber visto a su abuelo sentado cerca de la cabaña.
Los aventureros emprendieron una excursión en busca de sus diarios y documentos que habían abandonado en su desesperado regreso a la base. Además, realizaron viajes a un deposito cercano estadounidense en donde descubrieron que dos barcos habían hecho escala a tan solo una decena de kilómetros de distancia de su campamento.

El esperado rescate tras 28 meses
El 19 de julio de 1912 aconteció el esperado salvamento cuando fueron avistados por un pequeño ballenero noruego. La tripulación los miró conmocionados y al principio se creyó que eran unos lunáticos peligrosos por el aspecto demacrado y salvaje que presentaban tras permanecer 28 meses a la intemperie. "Medio desnudos y como animales árticos asustados, los exploradores son encontrados después de dos años de vagar", tituló un periódico de la época.

Tras la vuelta a casa, Mikkelsen continuó con sus viajes alrededor de Groenlandia, centrándose en el establecimiento de comunidades inuit en el área hasta su jubilación en 1950. En tanto, poco se sabe de Iversen que jamás regresó al Ártico.